"Una derrota noble es una victoria en la eternidad"
Por Darwin Rojas
No basta con el espíritu, se debe catapultar con la acción. El
gesto, el ánimo corporal de la lucha debe comportarse según la intensidad de la
víscera emocional, surgir desde la intensidad de un espíritu encendido.
La lucha destruye pero regenera al hombre perdido, en el
miedo surge el reto, el eslabón con el
desarrollo de nuestras grandes capacidades. Luchar por luchar es un acto
perverso, luchar bajo la metáfora del rito, controla nuestras fuerzas avasalladoras,
nos orienta a la concordia, a la estrategia de la espada enfundada.
Por esta razón las artes marciales no niegan la violencia,
la abordan desde su espacio biomecánico y su célula emocional. Nos enfrenta al
peligroso desenlace de la vanidad y al ímpetu sin nobleza. Darlo todo en una
técnica, sin espacio a la sumisión no nos aleja de la derrota pero sí nos
acerca a la libertad plena.
Quiénes somos, y hacia dónde vamos es cosa personal pero la
sociedad en conjunto aporta los matices de lo correcto. No estamos solos, la
técnica en el combate será evaluada por el rigor de quienes te rodean, por la
responsabilidad que te otorga el poder de la acción, desde tu experiencia y decisión
surge el valor de tus victorias y tus derrotas.
La humanidad aún no parece resolver sus diferencias, los
últimos acontecimientos económicos y políticos no han servido para evitar el
aroma a guerra. Las Artes Marciales solidas en sus preceptos nos convocan a
aceptarnos desde nuestras deficiencias, a invocar el gesto del valiente, a
bajar la cabeza en el espacio del respeto a reconocer que una derrota noble es
una victoria en la eternidad