El karate-do shotokan lleva años transitando el mundo en una constante transformación. Desde sus orígenes en Okinawa y su consolidación en el Japón que supo recibir al maestro Funakoshi el shotokan no ha parado su constante desarrollo según las diferentes idiosincrasias que lo asimilan y descubren.
Su poder fulminante y exquisito como disciplina de lucha se pule con la filosofía de vida que lo sostiene. Su postura, llena de carácter, emociona el espíritu de los más sensibles y en tiempos en donde la tecnología nubla los sentidos encaminados a la contemplación de la naturaleza el movimiento cortante del shotokan nos recuerda que primero somos espíritu con una biomecánica que consolidada con este arte marcial nutre nuestra realidad y la de quien la observa.
Sin embargo el karate-do mantiene su alianza con la lucha, el lado oscuro del hombre se armoniza en movimiento y autocontrol propuesto según un código de conducta. Así el karate-do shotokan por más que los tiempos de hoy lo llamen al deporte competitivo se ilumina con la emoción de transitar por relieves fronterizos. Sólo el que recorre el otro lado del río puede observar las mil formas de su caudal.
El shotokan es de Japón pero Japón lo regaló al mundo y es imparable su desarrollo tocado por los matices de otros gentilicios y la entonación de nuevos idiomas que lubrican sus movimientos y absorven su poder en movimiento
El shotokan es un bien de la humanidad, es un regalo al mundo del espíritu japonés ; el encuentro del hombre con el hombre. Todo lo malo y todo lo bueno del hombre dialogan en la lucha y en la no - lucha. El shotokan es la búsqueda de la técnica perfecta, la eficacia del combate subyugado por la cortesía plena. Musculación, mente y espíritu: poder en movimiento
sensei Darwin Rojas