Hay derrotas que tienen más dignidad que una victoria
Jorge Luis Borges
En un mundo tan
práctico como el actual, se puede apreciar cómo todo es definible. Nos hemos
encargado de otorgarle nombre a todo: desde a la más diminuta partícula del
universo, hasta a los conceptos intangibles de la psicología humana. Entre
estos últimos, destacan las emociones y las motivaciones. El ser humano ha
pretendido, en múltiples ocasiones, afirmar que uno puede “controlar sus
emociones”; sin embargo, tal premisa no siempre resulta totalmente cierta. En
cualquier aspecto de la vida, surgen situaciones que nos ponen a prueba, ya sea
sentimental, académica, profesional o deportivamente.
Aquellos que han escogido el
Karate Do como su modo de vida, podrían enfocar el asunto desde sus propias
vivencias. Por ejemplo, ¿A cuántas pruebas no se enfrenta un joven atleta,
estudiante, cuyo entorno deportivo se enfoca en una eterna competencia? No sólo
hay entrenamientos y clases, también está la presión mental que ejerce el saber
que todo depende de uno mismo. A veces ganará, a veces perderá, y muchas veces
no encontrará la motivación para creer que puede mejorar. Ahí es donde el
control de las emociones, y el control sobre la propia voluntad hacen su
aparición.
En las pruebas, estarán la duda,
la ira, el arrepentimiento, el orgullo herido, la rabia, el aburrimiento, la
pereza, el estrés… y lo que es cierto es que nunca dejarán de aparecer. No se
controlan, mas sí se pueden superar. En el camino del guerrero, nadie pretende
que el aprendiz sea siempre perfecto, pero si se le exige que encuentre
diariamente la fuerza para levantarse cuando se haya caído. Durante un combate,
no solo se trata de vencer al oponente; se trata de vencer el miedo y las
dificultades que nos asedian día tras día.
Un deportista que enfrente sus
problemas, que los acepte y que los comprenda, y aún así sienta la necesidad de
ir a entrenar todos los días para mejorar, es de por sí digno de admiración.
Evidentemente, se busca ganar, se
busca vencer. Pero lo más
importante, es tener claro: ¿Qué quiero ganar? ¿A quién quiero vencer? y ¿Qué
espero obtener de eso?
Eso lo lleva a uno a considerar
la importancia de perder. Si uno está
verdaderamente claro en cuáles son sus objetivos y sus motivos, entenderá que
una derrota (o muchas) solo le señalan cuáles son las verdaderas acciones a
tomar. Un combate, un kata, un entrenamiento, un movimiento, todo es
susceptible de ser perfeccionado y analizado, y cada instante se aprende algo
nuevo. Aquel alumno que realmente desee ganar una competencia, debe considerar
que existen personas más dotadas, mejor preparadas, por lo que su deber
sobreponerse a sus limitaciones y encontrar, junto a sus emociones, el camino
trazado para conseguir su propia victoria personal, ya que, tarde o temprano un verdadero guerrero será capaz de vivir armónicamente entre
sus aspectos buenos y malos, sus virtudes y sus defectos.
Esa difícil tarea, esa
importante decisión, la tomamos desde que abrimos los ojos cada mañana.
¿Enfrentaré hoy mi realidad? ¿Iré hoy a entrenar/competir/estudiar/trabajar? Si
en verdad se busca la victoria, tanto marcial como personal, la respuesta ha de
ser un rotundo “Sí”.
Autora: Karem Calderon.
Selección SHOWAKAI KWF
Selección UNIMET.
Estudiante de Ing. Unimet.