" En esa frontera, entre el hombre que es y el hombre que puede ser se teje el camino de las artes marciales. "
Por Darwin Rojas.
En la soledad se vierten los verdaderos anhelos, las frustraciones y miserias....nadie quiere sucumbir al escrutinio depredador del público, ni al frío emocional que otorga el darse cuenta que la vida transita más allá de uno mismo, en un ritmo inmortal donde las mortales experiencias del hombre quedan en el devenir, añorando, las más de la veces, el reconocimiento de la fuerza divina que con vítores lo cobije en el regazo de la disculpa y el perdón.
En ese momento de intimidad suprema, en el rigor del hombre frente al hombre se razonan los azotes y logros de cada acción vivida.
En esa frontera, entre el hombre que es y el hombre que puede ser se teje el camino de las artes marciales. No conformándose sólo con luchar el guerrero se inclina por buscar la explicación al acto violento, en el estudio de la lucha vertió su interés por llegar al control supremo de la emociones y al entendimiento de los seres que lo rodeaban.
Bajo el regazo de un camino sin flores, ni vítores, en el devenir de lo sobrio y el movimiento exacto que lo calma y lo calma todo. el guerrero blandió la espada hacía sí mismo, dirigió el corte a sus miedos y a la incertidumbre de intuir lo oculto.
Luchó, cortó, remontó desde un campo de batalla entre él y la vida que lo rodeaba, la vida que vislumbraba como presente y futuro, el acto supremo que brillaba en su ímpetu primordial para no darse por vencido.
El estilo de las artes marciales, el ritmo o los colores que da la tensión y el poder corporal son el brillo de una fuente mayor, el combate supremo del hombre que intenta superar al hombre.
En ese momento de intimidad suprema, en el rigor del hombre frente al hombre se razonan los azotes y logros de cada acción vivida.
En esa frontera, entre el hombre que es y el hombre que puede ser se teje el camino de las artes marciales. No conformándose sólo con luchar el guerrero se inclina por buscar la explicación al acto violento, en el estudio de la lucha vertió su interés por llegar al control supremo de la emociones y al entendimiento de los seres que lo rodeaban.
Bajo el regazo de un camino sin flores, ni vítores, en el devenir de lo sobrio y el movimiento exacto que lo calma y lo calma todo. el guerrero blandió la espada hacía sí mismo, dirigió el corte a sus miedos y a la incertidumbre de intuir lo oculto.
Luchó, cortó, remontó desde un campo de batalla entre él y la vida que lo rodeaba, la vida que vislumbraba como presente y futuro, el acto supremo que brillaba en su ímpetu primordial para no darse por vencido.
El estilo de las artes marciales, el ritmo o los colores que da la tensión y el poder corporal son el brillo de una fuente mayor, el combate supremo del hombre que intenta superar al hombre.
